"La fotografía del paisaje es la prueba suprema del fotógrafo, y a menudo la decepción suprema" Ansel Adams
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lunes, 24 de octubre de 2016

Y LAS OVEJAS TOMARON MADRID...


Nuestra jornada de trashumancia del domingo pasado nos animó a regresar ayer a las calles de Madrid. Los dos pastores con el mismo nombre, Julio, en compañía de Asun y Carlos salieron de la Casa de Campo cruzando el Puente del Rey. 

En la subida a la Cuesta de la Vega se fueron uniendo diversos grupos folklóricos, y ya en la calle Mayor las ovejas se dirigieron hacia la Puerta del Sol, ante la atenta mirada de una multitud de madrileños y gente de fuera, impresionados por esta atípica imagen "bucólica" en un entorno tan urbano. Descendiendo por la calle Alcalá alcanzábamos la Plaza de Cibeles, donde los mayorales pagaron los maravedíes a los representantes municipales, simbólico acto que se realiza desde 1418.





Con este encuentro trashumante se reivindicó, un año más, la importancia que el movimiento ganadero tuvo y sigue teniendo en España. Madrid se convierte así en la única capital del mundo cruzada por rebaños trashumantes.

Más información sobre este tema en la Asociación Pastos y Naturaleza


Fotografías realizadas con equipos Pentax, Fujifilm, Samyang y Tamron










miércoles, 19 de octubre de 2016

A FAVOR DE LA TRASHUMANCIA


El domingo pasado recorrimos, durante nueve horas, el trayecto entre La Panera, en Río Moros (Segovia) y el CEA El Gurugú, en Guadarrama, acompañando la trashumancia de las merinas que vienen desde la Sierra de Gredos (Avila), atravesando primero parte de la meseta para continuar por la Sierra de Guadarrama y días después llegar el domingo 23 de octubre a Madrid.



Julio, uno de los pastores
Con unas 500 cabezas de ganado, entre ovejas y cabras y acompañados de sus pastores subimos por los pinares de Río Moros hasta el Puerto de Tablada, para después descender por el Cordel de Valladolid hasta las dehesas de Guadarrama. Una jornada inolvidable sobre todo para los niños que nos acompañaron.



Esta fiesta, de la trashumancia en Madrid, comenzó el año 1994, para contribuir a que las Cortes Generales aprobaran la nueva Ley de Vías Pecuarias, promulgada finalmente el 23 de marzo de 1995, reconociendo las cañadas, cordeles y veredas como bienes de dominio público, inalienables, imprescriptibles e inembargables, con 125.000 km de longitud y 420.000 ha. de superficie, un patrimonio único en el mundo



Jesús Garzón, presidente de la Asociación Trashumancia y Naturaleza es la persona que promueve y lucha por conservar esta tradición. El defiende la "función impresionante" de la trashumancia, toda vez que "está conectando entre sí toda la Península a través de las cañadas y permitiendo que se conserve la biodiversidad ibérica". 




"En ese trasiego de animales, mil ovejas transportan diariamente cinco millones de semillas a larga distancia y toneladas de estiércol, "factores fundamentales contra la erosión". Por no hablar de los efectos de la cabaña ganadera tras un incendio forestal. "La ley prohíbe aprovechar los pastos cuando debería ser todo lo contrario; meter ganado masivamente para que se restituya el banco de semillas y la fertilidad".

El domingo próximo os esperan en Madrid...
Fotografías realizadas con equipos Samyang y Fujifilm

















miércoles, 13 de julio de 2016

REPORTAJE SOBRE NUESTRO LIBRO EN LA REVISTA "EL ASOMBRARIO" Y EN EL DIARIO "PUBLICO"


En esta ocasión os paso el enlace de la revista EL ASOMBRARIO y del diario PUBLICO donde se escribe una crítica sobre nuestro libro "Sierra de Guadarrama viejos oficios para la memoria" de ed. La Librería, en la portada de estas publicaciones digitales. Reportaje escrito por el periodista de renombre Rafa Ruiz:


Para los segovianos y guadarramistas de otras provincias próximas, el próximo sábado a las 13 horas realizaremos de nuevo otra presentación de esta publicación en la original librería FARINELLI, en la Granja de San Ildefonso. Una última oportunidad para poder escuchar a Julio Vías y ver nuestra proyección resumen del libro. Os esperamos!!!



jueves, 26 de mayo de 2016

PUBLICACIÓN DEL LIBRO "SIERRA DE GUADARRAMA VIEJOS OFICIOS PARA LA MEMORIA. GENTES Y PAISAJES" DE EDICIONES LA LIBRERÍA


Después de tres años recorriendo la Sierra de Guadarrama, junto con mi amigo y escritor Julio Vías, entrevistando y fotografiando por pueblos y campos a los últimos supervivientes de viejos oficios, por fin sale a la luz este hermoso libro, homenaje obligado a estas gentes humildes, que forman parte de la memoria histórica y cultural de esta sierra, compartida entre segovianos y madrileños.

La pluma de Julio Vías nos muestra, con pasión, la vida, los oficios y paisajes de estas gentes serranas: vaqueros, cabreros, herreros, pastores, esquiladores a tijera, fabriqueros o carboneros, gabarreros, canteros, agricultores, forestales, resineros, caleros y tejedoras, son los auténticos protagonistas de este libro. El prólogo es del catedrático Valentín Cabero.

Las fotografías de este libro se han realizado con equipos Pentax, Fujifilm y Samyang



Publicado por Ediciones La Librería, presenta un formato cuadrado (21x21cm) con más de 190 páginas y numerosas fotografías, y se puede encontrar a partir de ahora en las librerías principales, al precio de 19,95€. Aprovechando que comienza mañana la Feria del Libro, en el Parque de El Retiro de Madrid, podéis conseguirlo, mientras dure la Feria, con un 10% de descuento. En las casetas de La Librería, números 179 y 180 lo tienen seguro.

jueves, 16 de octubre de 2014

CÁNDIDO, EL SEGOVIANO: CANTERO DE ALPEDRETE



Acompaño estas imágenes con el hermoso y descriptivo texto de Julio Vías:

"Uno de los oficios más importantes entre todos los que se ejercieron tradicionalmente por las gentes de la sierra de Guadarrama fue la cantería, y por ello hace poco me acerqué a la localidad de Alpedrete, una de las más renombradas antaño por la calidad de su piedra y por la maestría de sus canteros. Es allí donde vive mi amigo el fotógrafo Javier Sánchez, que había preparado una entrevista con uno de los viejos canteros del pueblo: Cándido Muñoz, el Segoviano.

En Alpedrete hoy sólo funciona una cantera, la de Javier Martín Platas, situada en la Dehesa municipal al lado de la carretera de Villalba al puerto de Navacerrada, y allí nos dirigimos para ambientar nuestra entrevista. Lejos quedan ya los tiempos en los que en esta localidad se extraía piedra de más de 40 grandes canteras y de un sinfín de pequeñas explotaciones en las que trabajaban familias enteras de canteros, como los Goriches, los Cojitos, los Paz, los Balandines, los Montalvo, los Mudos, los Guillén, los Fernández, los Elvira, nuestro amigo el Segoviano y otros muchos.  



Eran dos los tipos de granito que se extraían en Alpedrete, ambos de grano fino y muy apreciados: la piedra berroqueña de la Dehesa, de tono gris azulado,  y la piedra rubia del Cañal o cañariega, de tonos dorados, que se extraía de las canteras situadas al otro lado de la carretera, en las laderas del cerro de Cabeza Mediana o “del Telégrafo”. La explotación de estas canteras se remonta a tiempos medievales y de ella procede el nombre del pueblo. El granito de las canteras de Alpedrete se empleó para la construcción del monasterio de El Escorial y para todo tipo de edificios en Madrid en forma de sillares, bordillos, dinteles, columnas, dovelas, adoquines y otras piezas de cantería.



























Cándido Muñoz González, el Segoviano, nació en 1937 en Villacastín (Segovia), otro pueblo muy vinculado a la cantería situado al otro lado de la sierra. Empezó a los trece años como pinche en la fragua del herrero arreglando los punteros y otras herramientas de cantería. Allí mismo aprendió el oficio cortando losas de granito, y después se hizo maestro sacando piedra durante los años 50 con destino a las obras de la basílica del Valle de los Caídos. Se trasladó a Alpedrete en 1964, donde se casó y se estableció por su cuenta tras comprar una cantera a Vidal Montalvo, trabajando la piedra con varios socios hasta su jubilación en 2001.

La vida del cantero era dura y sacrificada como pocas. Por lo general se comenzaba a trabajar en este oficio como aprendiz a la edad de diez u once años. Con esta temprana edad ya había que levantarse antes del alba y marchar hasta las canteras, situadas a veces a largas distancias. Después de una agotadora jornada de trabajo de diez horas bajo el sol o bajo la nieve había que regresar al pueblo y afilar los punteros, reparar las herramientas descompuestas o preparar las cuñas que debían ser utilizadas al día siguiente. Esta rutina se repetía a lo largo de años y años todos los días durante catorce horas, a excepción de los domingos y fiestas de guardar. Un accidente o una simple herida que incapacitara al cantero para trabajar suponían la pérdida del jornal y como consecuencia el hambre. 

























A pesar de ello al Segoviano le gustó siempre el oficio de la cantería, pues, como nos dice con convicción, para él era “muy libre” como propietario de una cantera. Entonces no existían los medios técnicos de hoy día para cortar y sacar los grandes bloques de granito, como son la sierra de hilo de diamante o las grandes máquinas excavadoras y todo debía hacerse a mano. Según nos cuenta, lo primero que debe saber un buen cantero es conocer a simple vista “la ley” de la piedra, que es la que determina la disposición y la dirección del grano del granito y que, según el argot de los canteros  normalmente va “a levante”. 

La ley forma la cara de la piedra que los canteros cortan en horizontal y es la más fácil de labrar. Además de la ley el cantero debía conocer de una ojeada o al simple tacto de la mano la mano buena y la mano mala, las otras caras de la piedra que facilitaban o dificultaban tanto el corte o tronce de la piedra como su labra. 


Los grandes bloques de granito se separaban de la roca madre pintando con una pigmentación rojiza de oxido de hierro una línea recta en la roca que debía seguir la ley u hoja de la piedra. A lo largo de ella se abrían cuñeras con el puntero a golpe de maceta en las que se introducían cuñas de hierro que se golpeaban una a una con una maza de diez kilos de peso, hasta que la piedra rajaba por igual. El bloque se separaba completamente de la roca con ayuda de palancas de hierro y después se dividía de igual forma en bloques menores que a su vez se dividían o labraban según conviniera.


Esta actividad secular de la cantería ha dejado en el paisaje que rodea a esta localidad una huella imborrable que se materializa en los innumerables vasos de canteras abandonadas que salpican por doquier los montes de La Dehesa y El Cañal, algunos de ellos completamente inundados por las aguas freáticas. El Segoviano nos enseña las más grandes, que hoy forman verdaderos lagos que constituyen valiosos refugios de biodiversidad, como la de Luciano Fernández y la de los Balandines, donde proliferan las truchas y todo tipo de especies de reptiles y anfibios hoy muy amenazados." 








miércoles, 3 de septiembre de 2014

COLABORACIÓN EN LA REVISTA DE GRANDES ESPACIOS





En el número de septiembre de la revista Grandes Espacios podéis ver un interesante monográfico sobre "La Sierra de Guadarrama, un año de Parque Nacional". He tenido la suerte de colaborar en este número con dos fotografías de la Graellsia Isabelae, en estado de oruga y mariposa, así como en un micro reportaje sobre los oficios tradicionales de la sierra escrito por Julio Vías ilustrado con una de mis imágenes sobre el perdido oficio del esquileo a tijera.

jueves, 3 de julio de 2014

ESQUILADOR DE OVEJAS A TIJERA



De nuevo, os invito a disfrutar de este pequeño reportaje de uno de los últimos esquiladores a tijera de Segovia, un gran hombre que nos ofreció una magistral demostración de este oficio ancestral. Junto a las imágenes os invito a leer el resumen del texto escrito por el "maestro" Julio Vías.

"El día 11 del pasado mes de mayo fuimos a ver a nuestro amigo Geminiano Herranz, el más conocido de los  esquiladores de tierras de Segovia. Nos recibió en el esquileo de Cabanillas del Monte, el mejor conservado de toda la provincia gracias a los cuidados de su propietario y también buen amigo Rodrigo Peñalosa, vizconde de Altamira y heredero de la secular tradición ganadera de los marqueses de Lozoya. Geminiano nos hizo allí, como suele hacer todos los años, una demostración de esquileo a tijera, rememorando un oficio que desempeñó durante toda su vida y que heredó de sus ancestros, pues es hijo y nieto de esquiladores.

Geminiano nació en Abades en 1930, y desde niño ayudó en casa a labrar las tierras hasta que se hizo esquilador a los 15 años. Según nos contó, el oficio era itinerante y se formaban cuadrillas de diez o doce hombres unidos por relaciones de amistad o parentesco que recorrían las tierras de Segovia, entonces tierras laneras donde las hubiera. Con su cuadrilla, que formaba junto a los hermanos Gómez (Francisco, Juan Manuel, Ángel, Constantino y Alejandro), entre otros, salía de Abades y recorría numerosos pueblos de los alrededores, como Zamarramala, Valverde del Majano, Marugán, Vegas de Matute, Fuentemilanos, Matamanzano, El Campillo,  llegando hasta Otero de Herreros y Revenga, ya al pie de la sierra.

Comenzaban el trabajo a las seis de la mañana, y en una jornada un buen esquilador conocedor del oficio podía esquilar hasta cincuenta ovejas. A las reses se las inmovilizaba atándoles las patas con las manos, tarea que realizaban los ligadores, tras lo cual cada esquilador comenzaba a esquilar a su animal por los cuartos delanteros, es decir, sacando la paleta, y avanzando hacia la parte trasera con diestros cortes de tijera para que el vellón saliera todo de una pieza. Una vez sacado el primer bajo, se seguía por los cuartos traseros hasta la zona de rabo, o traducido al argot del esquileo, se bajaba la nalga hasta el coleo.  Después se daba la vuelta al animal y se continuaba por el otro costado en sentido inverso, es decir, se sacaba la segunda nalga y se continuaba con el segundo bajo. Después había que sacar el pescuezo hasta llegar al lomeo y sacar el ramo del espinazo hasta el coleo, donde ya queda separado y abierto todo el vellón. Cuando la oveja sufría un corte se le aplicaba en la herida un poco de “moreno”, u hollín de fragua, para desinfectarla.  Los esquiladores siempre debían estar surtidos de este antiséptico natural, que cambiaban por queso a los herreros de los pueblos.





Además del jornal, los “amos” de los rebaños les daban la comida y les alojaban en los pajares. Geminiano esquiló los rebaños segovianos a tijera durante treinta y cinco años, y después otros catorce empleando la máquina de esquilar. Con ella llegó a esquilar, acompañado de sus hijos, más de 20.000 ovejas en una sola temporada. Sus manos sarmentosas siguen conservando la fuerza y la agilidad de cuando era joven, y él su eterna simpatía con todos aquellos dispuestos a escuchar la historia de su vida. Le deseamos que sea por muchos años".


lunes, 31 de marzo de 2014

DEMETRIO, EL CARBONERO DEL ROBLEDAL



En esta ocasión os quiero presentar a uno de los últimos carboneros del Valle del Lozoya. Con sus 91 años es un auténtico superviviente y un ejemplo para tod@s. El texto de esta entrada es del gran escritor y gran amigo Julio Vías:

"El pasado 7 de marzo estuvimos mi amigo Javier Sánchez y yo con Demetrio Matesanz, uno de los últimos fabriqueros del valle de Lozoya. La fábrica era el nombre que se daba en la sierra de Guadarrama a la industria que se ocupaba de la fabricación del carbón vegetal, antaño indispensable para el funcionamiento de fraguas y talleres de todo tipo, tanto en los pueblos de la sierra como en Madrid, hasta donde se bajaba en carretas de bueyes tras un viaje de un par de días por la carretera de Burgos, hoy convertida en la autovía A-1.

Demetrio nació en 1922 en la pequeña aldea de Pinilla del Valle, en el seno de una familia de fabriqueros, y empezó su trabajo en el campo segando prados con 16 años. A los 20 ya cambió el dalle (nombre tradicional que se daba a la guadaña en las tierras del valle de Lozoya) por el podón y el hacha de dos bocas, iniciando un oficio que desempeñó hasta 1951, último año en que se carbonearon las matas robledales de La Marotera, Fuentelinosa, El Frontal, Majasomera, El Chorrillo, Navarejo y El Alijar, que desde tiempos inmemoriales fueron explotadas junto a las innumerables pertenecientes a los otros pueblos del valle.




Nuestro amigo nos relata con una lucidez extraordinaria cómo se desarrollaban los trabajos de la fábrica: Primero había que construir el chozo donde pasaban el invierno, con una estructura de cabrios de roble y cubierta de ramas de escobas y retamas. Después se iniciaban las cortas, con el empleo de hachas y podones, dejando robles de resalvo para que las matas se recuperaran tras un período de 10 a 15 años, en que volvían a ser carboneadas . Los hornos se emplazaban siempre en los mismos lugares, en las llamadas horneras, vigilados siempre por la mirada experta del quemador o jefe de la cuadrilla. La combustión de cada horno duraba de una a dos semanas, dependiendo del viento, y de otros factores, y los últimos tranzones de monte se acababan de carbonear en el mes de junio. Así pasaban ocho meses de trabajo agotador en pleno monte, a base de un rancho consistente en una olla de garbanzos con manteca que cocinaba el zagal, y que tomaban invariablemente como desayuno, comida y cena.

Hablar con Demetrio en el mismo monte en el que trabajó por última vez en la campaña de 1950-51 ha sido una experiencia inolvidable para nosotros. Al fondo, la cumbre de Peñalara brilla cubierta de nieve en una mañana espectacular, como si el día y el paisaje quisieran rendir homenaje a un personaje entrañable e imprescindible para la historia de la sierra de Guadarrama. 

Al despedirnos de él en una de las tabernas del pueblo, brindamos con unos vinos deseando que mantenga por muchos años más su vitalidad y su simpatía y haciendo votos por volvernos a ver muy pronto". (Julio Vías)