"La fotografía del paisaje es la prueba suprema del fotógrafo, y a menudo la decepción suprema" Ansel Adams

viernes, 11 de julio de 2014

BUITRE NEGRO, EL MONJE



El miércoles tuve la oportunidad de encerrarme por primera vez en un hide para realizar estas imágenes que os presento sobre el buitre negro, también llamado "el monje". Es la mayor de las rapaces españolas pudiendo llegar a tener una envergadura de 3 metros y un peso de 13 Kg. Aunque en los años 70 prácticamente había desaparecido de la Sierra de Guadarrama, gracias a su acertada protección ahora se pueden llegar a ver hasta 106 parejas en el Alto Lozoya.

Para realizar estas fotografías es necesario utilizar grandes focales, entre 400 y 500mm, o bien un 300mm con un duplicador de calidad. Existen hides en la Sierra de Gredos y Monfragüe que se alquilan por jornadas, entre 80 y 200€ por persona. Espero poder repetir la próxima primavera...





jueves, 3 de julio de 2014

ESQUILADOR DE OVEJAS A TIJERA



De nuevo, os invito a disfrutar de este pequeño reportaje de uno de los últimos esquiladores a tijera de Segovia, un gran hombre que nos ofreció una magistral demostración de este oficio ancestral. Junto a las imágenes os invito a leer el resumen del texto escrito por el "maestro" Julio Vías.

"El día 11 del pasado mes de mayo fuimos a ver a nuestro amigo Geminiano Herranz, el más conocido de los  esquiladores de tierras de Segovia. Nos recibió en el esquileo de Cabanillas del Monte, el mejor conservado de toda la provincia gracias a los cuidados de su propietario y también buen amigo Rodrigo Peñalosa, vizconde de Altamira y heredero de la secular tradición ganadera de los marqueses de Lozoya. Geminiano nos hizo allí, como suele hacer todos los años, una demostración de esquileo a tijera, rememorando un oficio que desempeñó durante toda su vida y que heredó de sus ancestros, pues es hijo y nieto de esquiladores.

Geminiano nació en Abades en 1930, y desde niño ayudó en casa a labrar las tierras hasta que se hizo esquilador a los 15 años. Según nos contó, el oficio era itinerante y se formaban cuadrillas de diez o doce hombres unidos por relaciones de amistad o parentesco que recorrían las tierras de Segovia, entonces tierras laneras donde las hubiera. Con su cuadrilla, que formaba junto a los hermanos Gómez (Francisco, Juan Manuel, Ángel, Constantino y Alejandro), entre otros, salía de Abades y recorría numerosos pueblos de los alrededores, como Zamarramala, Valverde del Majano, Marugán, Vegas de Matute, Fuentemilanos, Matamanzano, El Campillo,  llegando hasta Otero de Herreros y Revenga, ya al pie de la sierra.

Comenzaban el trabajo a las seis de la mañana, y en una jornada un buen esquilador conocedor del oficio podía esquilar hasta cincuenta ovejas. A las reses se las inmovilizaba atándoles las patas con las manos, tarea que realizaban los ligadores, tras lo cual cada esquilador comenzaba a esquilar a su animal por los cuartos delanteros, es decir, sacando la paleta, y avanzando hacia la parte trasera con diestros cortes de tijera para que el vellón saliera todo de una pieza. Una vez sacado el primer bajo, se seguía por los cuartos traseros hasta la zona de rabo, o traducido al argot del esquileo, se bajaba la nalga hasta el coleo.  Después se daba la vuelta al animal y se continuaba por el otro costado en sentido inverso, es decir, se sacaba la segunda nalga y se continuaba con el segundo bajo. Después había que sacar el pescuezo hasta llegar al lomeo y sacar el ramo del espinazo hasta el coleo, donde ya queda separado y abierto todo el vellón. Cuando la oveja sufría un corte se le aplicaba en la herida un poco de “moreno”, u hollín de fragua, para desinfectarla.  Los esquiladores siempre debían estar surtidos de este antiséptico natural, que cambiaban por queso a los herreros de los pueblos.





Además del jornal, los “amos” de los rebaños les daban la comida y les alojaban en los pajares. Geminiano esquiló los rebaños segovianos a tijera durante treinta y cinco años, y después otros catorce empleando la máquina de esquilar. Con ella llegó a esquilar, acompañado de sus hijos, más de 20.000 ovejas en una sola temporada. Sus manos sarmentosas siguen conservando la fuerza y la agilidad de cuando era joven, y él su eterna simpatía con todos aquellos dispuestos a escuchar la historia de su vida. Le deseamos que sea por muchos años".


jueves, 26 de junio de 2014

IMAGEN ZEN CON TREPADOR AZUL



Existen algunas imágenes creadas en nuestra imaginación que en ciertos casos llegamos a encontrar o a descubrir en esos lugares "favoritos" a los que siempre acabamos por regresar. Así ocurre con esta fotografía, con cierto aire zen, sobre un trepador azul posado en un viejo y prácticamente seco pino silvestre en las cercanías del puerto de Navacerrada. Imágenes sencillas para comenzar con la estación del verano. (Hacer click en la imagen para agrandarla)

miércoles, 4 de junio de 2014

UNA EXPOSICIÓN "SALVAJE" EN EL RETIRO


Hace unas horas se ha presentado la exposición "Salvajes" del excelente fotógrafo Steve Bloom en el paseo de carruajes del Retiro de Madrid, coincidiendo con la Feria del Libro. Hemos tenido el privilegio de contemplarla acompañados por el comisario de la exposición, Joaquín Araujo. Una exposición impresionante que no deja indiferente a nadie en un entorno inmejorable. Al estar al aire libre puede visitarse a cualquier hora del día durante todo el mes de junio.



Las fotografías forman parte del libro, con el mismo título, editado por Lunwerg y que podéis ver en este enlace: Salvajes.



"Steve Bloom nos muestra el mundo animal de un modo tan intenso y directo que lo hace inusual. El reportaje fotográfico y unos pies de foto amenos y muy instructivos nos permitirán conocer, e incluso compartir, las emociones y la sensibilidad de los animales en libertad y convertirán este libro en una manera más de comunicarnos con la naturaleza." (Lunwerg)















































martes, 29 de abril de 2014

VISIÓN PANORÁMICA DE TOLEDO


Es difícil visitar Toledo con prisas, tanta monumentalidad y calles laberínticas nos obligarán a detenernos continuamente, a disfrutar de su herencia medieval y a saber admirar la grandeza de la capital de las tres culturas.


Estas imágenes son tan sólo una visión panorámica de una ciudad que mantiene el espíritu de sus orígenes.
















domingo, 20 de abril de 2014

REPORTAJE DE LOS OFICIOS DEL GUADARRAMA EN EL PAIS DEL DOMINGO

Hoy domingo podéis leer en el periódico de EL PAIS este pequeño reportaje en el que se habla del proyecto en el que trabajamos Julio Vías y yo sobre los oficios tradicionales del Guadarrama. Texto de Juan Antonio Aunión.
EL PAIS
La sierra que se apaga
Un proyecto trata de rescatar del olvido oficios ancestrales del Guadarrama.
Los autores defienden los usos ganaderos y forestales tradicionales para conservar la naturaleza
J. A. AUNIÓN Madrid 



José Manuel López Luna, vaquero de Moralzarzal. / JAVIER SÁNCHEZ

—Estos montes están perdidos. Mucho verde, mucho ecologismo, pero están perdidos.
—Hombre, para el turismo, para los excursionistas, sí que valen.
—Tampoco. Pero si no se puede ni andar. Antes, con 9.000 cabras por el monte, se andaba por todas partes divinamente.
Con la gorra bien calada sobre los ojos, el mono azul de trabajo con cremallera subida hasta el ombligo, dejando ver debajo su jersey de punto, el cayado en una mano y el cigarrillo de Celtas en la otra, Antonio Navacerrada, de 71 años, cuenta mientras pasea su hatajo de 20 cabras cómo en Bustarviejo, a 62 kilómetros al norte de la capital, había nogales por todas partes, la producción de judías era espectacular, las vacas… Y se lamenta, acto seguido, de que ya es imposible mantener casi cualquier intento de agricultura y de ganadería, entre otras cosas, por “las burocracias”. De hecho, su pequeño rebaño es puro pasatiempo para él, que, jubilado, lo necesita “como una terapia; ¡si me cuesta dinero!”.
DEMETRIO MATESANZ, EL CARBONERO DE PINILLA DEL VALLE. Demetrio Matesanz ya no es carbonero; no porque tenga 91 años y lleve muchos jubilado, sino porque en su pueblo, Pinilla del Valle (210 habitantes, a 90 kilómetros de Madrid), no se ejerce la profesión desde la década de 1950: Matesanz ha trabajado casi toda su vida en la construcción, pero de joven fue carbonero. Cuenta que era muy duro —como era la vida entonces, “muy esclava”—, que requería pasar muchas horas al aire: primero cortando la leña y preparándola y, luego, metiéndola en la hoya para quemarla hasta convertirla en carbón. Pero se acuerda mucho, con cariño, de aquella época: “No sé, había compañerismo”. Matesanz posa delante de una hoya que, aunque sin uso, se conserva en el pueblo: “No es de nadie, es del monte”. / JAVIER SÁNCHEZ
Navacerrada es uno de los últimos cabreros de la sierra del Guadarrama, una extensión de cientos de miles de hectáreas que parten la meseta norte y sur en el centro de la península, entre la Comunidad de Madrid y Segovia, y con una pequeña parte en Ávila. Entre los montes, pinares, dehesas y valles (muchos de ellos protegidos dentro del recién creado Parque Nacional del Guadarrama) se diseminan un centenar largo de municipios en los que aún se conservan algunos de los oficios tradicionales que han ido conformando la cultura y el paisaje desde hace siglos. En algunos casos, como el de Antonio Navacerrada, todavía en activo; en otros, solo en la memoria, como ocurre con Demetrio Matesanz, de 91 años, que recuerda, aunque hace ya más de medio siglo de aquello, la crueldad del trabajo a la intemperie, el frío, el cansancio del carbonero: aquel que cortaba la leña para después convertirla en un combustible y, por último, venderla, en su mayor parte, en la capital.
Estos testimonios son los que tratan de conservar, antes de que se pierdan definitivamente, el fotógrafo Javier Sánchez y el escritor Julio Vías, autor, entre otros, del libro Memorias del Guadarrama. De momento, las historias de Antonio, de Demetrio, de Hipólito Herranz (gabarrero en San Rafael, en la parte segoviana de la sierra), de José Manuel López Luna (vaquero en Moralzarzal) o de Ricardo García (herrero en Alameda del Valle), las van publicando en sus blogs, pero no descartan que acaben conformando un nuevo libro.
HIPÓLITO HERRANZ, EL GABARRERO DE SAN RAFAEL. El gabarrero es aquel que corta leña, la saca a caballo del pinar y la vende después. Hipólito Herranz (66 años) lo ha hecho, como su padre y como tantos hombres de la zona de Valsaín, El Espinar y San Rafael (en Segovia, a 67 kilómetros de Madrid), toda su vida, combinándolo en su caso con el trabajo de albañil. Hoy, jubilado, lo sigue haciendo, para consumo propio y para vender a los vecinos. / JAVIER SÁNCHEZ
Una de las entradas que ya ha escrito Vías empieza hablando de las raíces que se van perdiendo con estas gentes del Guadarrama: “Y nos referimos, por supuesto, no a sus decenas de miles de habitantes, casi todos ellos ciudadanos urbanitas procedentes de Madrid, sino a los pocos supervivientes que quedan de la última generación auténticamente rural que habitó los pueblos serranos, algunos ya convertidos en verdaderas ciudades-dormitorio. Ellos son los depositarios de un legado inapreciable de saberes ancestrales transmitidos de padres a hijos y hoy a punto de perderse, como son las técnicas empleadas en unos oficios practicados en estas tierras desde hace 2.000 años”.
Es el arranque del texto sobre Hipólito Herranz, que a sus 66 años no recuerda la primera vez que se acercó al oficio de gabarrero, que fue el de su padre y el de su tío y que ha compaginado casi toda su vida con el de albañil. El gabarrero, término que prácticamente solo se usa en el Guadarrama, se dedica a cortar leña en el monte, normalmente, de pinos secos caídos o en pie, y transportarla a caballo para después venderla.
ANTONIO NAVACERRADA, EL CABRERO DE BUSTARVIEJO. “Antes, el hijo de un obrero en un pueblo, para cuando se iba a mili, sabía ya 10 oficios”, dice Antonio Navacerrada, de 71 años, que se ha dedicado toda la vida, desde los ocho años, a la agricultura y, sobre todo, a la ganadería en Bustarviejo (a 62 kilómetros de la capital); su padre tenía vacas lecheras. Ahora, se ocupa, solo por mantenerse entretenido, de un rebaño de 20 cabras que pasea cada mañana, después de ordeñarlas, y por la tarde. Dice que antes “había menos egoísmo” y admite la dureza, la esclavitud del trabajo, pero también habla de sus beneficios. “Por la puerta del cabrero pasa el hambre cerca, pero nunca llega a entrar”. / JAVIER SÁNCHEZ
“¿Cómo está el monte ahora? Mucho más sucio”, dice Herranz señalando un pino seco muy cerca de su casa, junto a la nave donde guarda la caballería. Cuenta que ya casi no quedan gabarreros y que hace años que el Ayuntamiento de San Rafael (ya en la parte segoviana de la sierra), propietario del pinar, hace “lo menos cinco años” que no arranca unos árboles pochos que, muchas veces, están infectados de plagas que se contagian. Y no lo hace, simplemente, porque no le sale a cuenta.
La explosión de la burbuja inmobiliaria impactó con fuerza también en estos parajes y en el valor de una madera que se usaba, por ejemplo, para hacer puertas. El aserradero municipal, abierto hace algo más de un siglo, cerró recientemente tras varios años de quiebra técnica.
En sus horas más bajas, por motivos parecidos, está la herrería de Ricardo García en Alameda del Valle, en el Alto del Lozoya. Con grandes dosis de amargura y las manos más negras que el tizón, García, de 61 años, va mostrando la fragua de su taller y algunas de las herramientas que usaban su padre y su abuelo; y después, con orgullo, enseña el cabecero de hierro para una cama que fue capaz de construir hace ya algunos años a partir del diseño que le entregó un cliente y cuenta cuando fue a competir con herreros de todo el mundo en México, en Costa Rica, en El Salvador...
“A mí me gustaría continuar, y lo estoy intentando, pero no sé si será posible”. Ahora, sobre todo, da cursos de fragua a pupilos llegados desde toda España. “Son cursos muy cortos para personas que trabajan después como herreros de exhibición en ferias medievales”. Sabe que cuando él lo deje, se cerrará su negocio; sus hijos no van a continuar. Lo mismo que los de Antonio Navacerrada e Hipólito Herranz no seguirán los pasos de sus padres. Y estos oficios, claramente, no saben sobrevivir si no se transmiten directamente de una generación a otra.
RICARDO GARCÍA, EL HERRERO DE ALAMEDA DEL VALLE. “El hierro es el metal más dulce que hay, si lo calientas suficiente, harás con él lo que quieras; el cobre no lo dominas”, cuenta Ricardo García (61 años) junto a la fragua. García pelea con todas sus fuerzas para mantener abierta su herrería en Alameda del Valle (250 habitantes, a 91 kilómetros al noroeste de Madrid), que heredó de su padre y que sabe que cerrará en cuanto él se jubile. / JAVIER SÁNCHEZ
“Hay que heredarlo, si no, es imposible”, asegura José Manuel López Luna, vaquero de Moralzarzal y presidente de la Asociación de Ganaderos de la Cuenca Alta del Manzanares. “Con la crisis, muchos han intentado salir adelante con la ganadería, pero no lo consiguen”. López Luna tiene con su hermano 250 vacas de raza avileña (las negras, autóctonas de España) que vende para carne; las de leche ya no dan dinero. Habla de un contexto de costes crecientes —que apenas se llegan a cubrir con las subvenciones— y de pastos decrecientes, lo que resulta al final en una ganadería menguante.
“Aquí [en San Rafael], mucha gente en paro ha vuelto a la madera, pero van con los coches y así no se puede. En estos montes, con los desniveles que hay, solo se puede bajar la leña con caballo y estos no han visto uno en su vida”, dice Hipólito Herranz mientras muestra su calefacción alimentada con la madera que él mismo recoge. “Con la crisis y el precio del gasoil por las nubes, algunos se han pasado otra vez a la leña”, añade.
JOSÉ MANUEL LÓPEZ LUNA, EL VAQUERO DE MORALZARZAL. Cada año, al comienzo del verano, José Manuel López Luna (en la imagen, con el jersey verde), de 43 años, y su hermano Vicente (48), suben a caballo sus vacas desde Moralzarzal (12.000 habitantes, a 46 kilómetros al noroeste de la capital) hasta los pastos del monte de La Camorza, en la Pedriza de Manzanares. Ambos, con un rebaño de 250 cabezas, se dedican a lo mismo que su padre, que su abuelo, que su bisabuelo... “Aquí no hay horarios y cada vez es más difícil. Hay mucha presión de la gente que se mete en los pastos, en las cañadas...”. Ahora, cuenta, la gran cuita es el reparto de las recortadas ayudas de la PAC (Política Agraria Común de la UE). “Sin subvenciones, aquí el ganado es imposible; te da para cubrir gastos y justito”. / JAVIER SÁNCHEZ
Julio Vías no entiende que en una zona con semejante riqueza la mayoría de las calefacciones sean de gasóleo y, en general, que no se aproveche más. “Ahora, traer la madera de Polonia es más barato, pero eso se acabará”, dice. Porque el suyo no es solo un impulso sentimental ni cultural, sino que, en su defensa de los usos tradicionales de la sierra, el escritor habla también de economía, de futuro y de sostenibilidad. “Los centros de producción tendrán que estar cerca de los de consumo. El CO2 que se emite trayendo las cosas de China no es sostenible. Probablemente ya no tienen sentido algunos oficios, como el de carbonero; pero yo estoy diciendo que los usos tradicionales adaptados a los tiempos tienen futuro. Porque la agricultura no se va a acabar, ni la ganadería... Yo no sé qué tipo de artilugios y vehículos usarán los vaqueros dentro de 100 años, pero sé que seguirá habiendo vaqueros”.
“Nosotros también defendemos los usos tradicionales porque también son los que han cofigurado el espacio natural”, añade el profesor de la Politécnica de Madrid y miembro de Ecologistas en Acción Rafael Córdoba. Pero esos usos necesitan un apoyo que hoy, añade Vías, apenas existe, pues la apuesta parece apuntar hacia otro tipo de usos como el turístico, según se desprende de la Ley de Parques Nacionales recién aprobada. “El propietario de un pasto magnífico en una zona protegida podrá poner un negocio de paintball o de vuelo sin motor”, se queja Vías.


lunes, 31 de marzo de 2014

DEMETRIO, EL CARBONERO DEL ROBLEDAL



En esta ocasión os quiero presentar a uno de los últimos carboneros del Valle del Lozoya. Con sus 91 años es un auténtico superviviente y un ejemplo para tod@s. El texto de esta entrada es del gran escritor y gran amigo Julio Vías:

"El pasado 7 de marzo estuvimos mi amigo Javier Sánchez y yo con Demetrio Matesanz, uno de los últimos fabriqueros del valle de Lozoya. La fábrica era el nombre que se daba en la sierra de Guadarrama a la industria que se ocupaba de la fabricación del carbón vegetal, antaño indispensable para el funcionamiento de fraguas y talleres de todo tipo, tanto en los pueblos de la sierra como en Madrid, hasta donde se bajaba en carretas de bueyes tras un viaje de un par de días por la carretera de Burgos, hoy convertida en la autovía A-1.

Demetrio nació en 1922 en la pequeña aldea de Pinilla del Valle, en el seno de una familia de fabriqueros, y empezó su trabajo en el campo segando prados con 16 años. A los 20 ya cambió el dalle (nombre tradicional que se daba a la guadaña en las tierras del valle de Lozoya) por el podón y el hacha de dos bocas, iniciando un oficio que desempeñó hasta 1951, último año en que se carbonearon las matas robledales de La Marotera, Fuentelinosa, El Frontal, Majasomera, El Chorrillo, Navarejo y El Alijar, que desde tiempos inmemoriales fueron explotadas junto a las innumerables pertenecientes a los otros pueblos del valle.




Nuestro amigo nos relata con una lucidez extraordinaria cómo se desarrollaban los trabajos de la fábrica: Primero había que construir el chozo donde pasaban el invierno, con una estructura de cabrios de roble y cubierta de ramas de escobas y retamas. Después se iniciaban las cortas, con el empleo de hachas y podones, dejando robles de resalvo para que las matas se recuperaran tras un período de 10 a 15 años, en que volvían a ser carboneadas . Los hornos se emplazaban siempre en los mismos lugares, en las llamadas horneras, vigilados siempre por la mirada experta del quemador o jefe de la cuadrilla. La combustión de cada horno duraba de una a dos semanas, dependiendo del viento, y de otros factores, y los últimos tranzones de monte se acababan de carbonear en el mes de junio. Así pasaban ocho meses de trabajo agotador en pleno monte, a base de un rancho consistente en una olla de garbanzos con manteca que cocinaba el zagal, y que tomaban invariablemente como desayuno, comida y cena.

Hablar con Demetrio en el mismo monte en el que trabajó por última vez en la campaña de 1950-51 ha sido una experiencia inolvidable para nosotros. Al fondo, la cumbre de Peñalara brilla cubierta de nieve en una mañana espectacular, como si el día y el paisaje quisieran rendir homenaje a un personaje entrañable e imprescindible para la historia de la sierra de Guadarrama. 

Al despedirnos de él en una de las tabernas del pueblo, brindamos con unos vinos deseando que mantenga por muchos años más su vitalidad y su simpatía y haciendo votos por volvernos a ver muy pronto". (Julio Vías)

      

miércoles, 5 de marzo de 2014

MIS FOTOGRAFÍAS A LA VENTA EN TANGERINEWALL



Desde ayer ya se pueden adquirir en varios tamaños y montajes, listas para colgar, una selección de algunas de mis imágenes. Me alegro de participar en este proyecto junto con grandes amigos y fotógrafos como Enrique López Tapia de Inés, Andoni Lamborena, Iñaki Relanzón, Fernando Puche, Enrique del Campo, Carlos Sánchez Pascual y Alberto P.Peña.



"Tangerine Wall nace de la unión de un grupo de profesionales españoles de reconocido prestigio dentro de sus especialidades: la fotografía, la decoración y la impresión de alta calidad. Nuestro reto, desde el principio, fue trasladar la misma calidad de cuadros que se utilizan en las exposiciones de arte, al hogar, a las oficinas de empresas y a los establecimientos comerciales."


"Si quieres diferenciarte, sólo tienes que elegir una magnífica imagen de nuestra selección exclusiva, que sólo encontrarás en Tangerine Wall. Imágenes captadas por todo el mundo por fotógrafos españoles de reconocimiento internacional que darán a tu casa un sello de distinción. Además te entregamos un certificado de autenticidad que garantiza que es una obra del autor que has elegido".

miércoles, 26 de febrero de 2014

LOS ÚLTIMOS HERREROS DEL VALLE


El viernes pasado Julio Vías y yo visitamos a este herrero superviviente de Alameda del Valle. Nos sorprendió la herrería y su ambiente oscuro tan sólo iluminado por el fuego. Fotografías en blanco y negro o color? Aquí os dejo con las dos opciones y con el texto que las acompaña de Julio Vías

"Hace poco tuvimos la oportunidad de conocer a Ricardo García, uno de los últimos herreros que siguen desempeñando este oficio en el valle de Lozoya y en toda la sierra de Guadarrama. Nacido en Alameda del Valle en 1953, aprendió el oficio de su padre, Francisco García Sanz, que desde antes de la guerra civil ‒a la que tuvo que marchar movilizado para combatir en la batalla de Brunete‒fabricaba las herramientas y las piezas de forja imprescindibles para las labores agrícolas y ganaderas propias de la antigua vida de este pueblo del valle. 



























Desaparecida prácticamente la agricultura, nuestro amigo Ricardo se dedica ahora más a la artesanía en forja,  fabricando rejas para ventanas, cabeceros de camas, morillos para chimeneas y otras piezas menores en su taller reconstruido hace cerca de treinta años con las ayudas que le concedió el desaparecido Patronato Madrileño de Áreas de Montaña (PAMAM). 

























En él conserva la vieja fragua con su gran fuelle y los yunques heredados de su padre, con más de un siglo de antigüedad, junto a toda la herramienta propia de este oficio milenario. Allí da cursos sobre las técnicas de forja a alumnos interesados en tomar el relevo. Las fotografías que ilustran esta nueva entrada al blog dedicada a los viejos oficios de la sierra de Guadarrama, reflejan todas las posibilidades plásticas que tiene  la luz del fuego reflejada en el hierro pulido bajo la penumbra del oscuro taller."